miércoles, 24 de septiembre de 2014

De momias, metros y el andén 9 3/4

o lo que es lo mismo, Londres.
Capital del Reino Unido, donde viven la friolera de 7 millones de personas (se me corta la respiración de pensarlo) y donde hemos pasado los últimos 4 días, aprovechando las vacaciones de Septiembre que tenemos en Escocia. 

Salimos un viernes tempranísimo y tras un accidentado viaje en el que paramos en Birmingham donde la ambulancia tuvo que recoger a una pasajera, llegamos a Londres sobre el mediodía. Huelga decir que estábamos hechos polvo, por la falta de sueño y servidora arrastrando un catarrazo de órdago, con la cabeza embotada, la nariz chorreando y un dolor de garganta espantoso. Pero enseguida nos lanzamos a conquistar la ciudad. Más o menos... porque es tan sumamente grande que para conquistarla se necesitarían años! al menos para mí. 



Los peques disfrutaron de las momias muchísimo y yo más explicándoles, pero con 6 y medio y 4 y medio, el cansancio les podía. Y he aquí lo que me admira muchísimo de ellos, en los que reconozco que son diferentes a mí (¿no tenemos a veces los padres propensión a considerar nuestros hijos como mini-yos cuando en realidad son muy distintos?). 
Será que están acostumbrados a viajar desde que tenían mes y medio de vida (lo que no implica que no nos hayamos comido rabietas, ganas de caminar, cambios de pañales con regalo y lloros en la peor época, en mi opinión, para viajar con peques, desde el año y medio a los dos y medio). Será que siempre nuestro modo de "picarles" es con la frase de "Are you ready for an adventure?" (traducido en realidad sería algo así como os vais a acostar vestidos más pronto de lo habitual porque nos levantaremos a las 2 de la mañana para hacer un viaje de dos horas en coche y luego otras 2 o 3 de avión) y la promesa de maravillas a la llegada - quién les iba a decir que la primera tablet del mundo sería la piedra Rosetta y que así supimos cómo hablaban y escribían los egipcios; o que los gatos también tuvieron momias y que la corona de Elsa (Frozen) ya la llevaban en la antigua Grecia. Y que cada uno descubre  y describe el mundo de manera diferente, porque ¿cómo es que los egipcios escribían con dibujos y los griegos no tenían los mismos dioses? Y la Londres romana, llena de marjales y estanques... increíble, pero cierto.




Será que buscamos mezclar cosas de adultos con cosas de niños, aunque debo reconocer que esta vez nos hemos llevado el premio gordo nosotros, pues del British hemos pasado por el Victoria&Albert, un crucerito por el Támesis  y la Torre de Londres, la tumba de Ana Bolena y los vestidos desde el siglo XVIII tan bien conservados en el VandA. Ellos disfrutaron con el Natural History Museum, viendo el animatronics del T-Rex y aprendieron que si un tiranosaurio se tropieza y se cae (o se tropezaba y caía) allí se queda hasta que muere; y que había huesos de "Trixie", la amiga triceratops de Buzz y Woody pero no se esperaban fueran tan enooooooooooooooormes. Y vieron una copia de Willy (orca) y sí, ya saben cómo nacen los niños pero si metes demasiada agua en el cuerpo humano, mal asunto.... 




El puntazo fue que además, acabamos en el andén 9 3/4 (una mezcla de la estación victoriana de Saint Pancrace y la estación King's Cross es lo que aparece en las películas) y que oh maravilla de las maravillas, encontramos varitas mágicas y las gominolas de toooodos los sabores. Y cuando digo todos es TODOS. Ya en el British conseguií hacerles pasar un buen rato con unas gominolas de allí diciendo que eran las de Harry Potter (obviamente, ellos cogieron todas las buenas y yo todos los sabores raros: yema de huevo, jabón de lavavajillas, moco....). Pero, ah amigo, cuando descubrimos esta cajita, la emoción fue indescriptible. Y es que sí hay sabores que maravillan que los hayan copiado. Menda se comió por este orden un gusano de tierra, una manzana, tierra mojada y cera de oído (y a fe mía que calcaron  los tres últimos, el primero ni sé cómo sabía gracias al resfriado). Su señor padre, se comió jabón y vómito. Y por poco hace esto último. Ale disfrutó con el de salchicha y pimienta negra. Val con el de huevo podrido y otras delicias más normales.



Lástima que no había ranas de chocolate, que si no, volvemos con 5 kilos de más, esos que hemos perdido pateando el metro (junto con talones, rodillas y articulaciones varias, los padres, que ya no estamos para tanto trote);  escaleras aquí y allá y un calor insoportable... y yendo de Buckingham a la National Portrait Gallery y vuelta al metro. Y recorriendo el Toy Kingdom de Harrod's - y que sí, que hay gente que compra allí, todo de marca y caro de narices,madre mía - y viendo es monumento kitsch y pastelón de Diana y Dodi Al Fayed. 

Pero ni rabietas ni descontrol ni lloros desaforados, simplemente un desfallecido "estoy cansad@, ¿podemos volver al hotel?". Y es que le encantan los hoteles, especialmente el Premier Inn. Creen que entre el Hilton o Waldorf no le llegan ni a la suela de los zapatos, y claro, es que les hablan  y no les ignoran, les tratan bien y les dan papel para pintar y colores y encima dormimos todos juntos en una habitación ¿pero qué más se puede pedir? 

No es como a mí me gusta ver las ciudades, de monumento en monumento casi sin parar, me gusta saborearlas. Medio día lo emblemático y medio día paseando, respirando, disfrutando relajadamente de un café, de cómo viste la gente, cómo habla (que por cierto, más español e italiano en Londres no pude oir :D ) descubriendo rincones apartados .... Pero ni el tiempo ni el dinero nos dio para eso, tuvo que ser disfrutada a toda prisa. Pero volveremos a otra aventura y recorreremos nuevos lugares, palacios, jardines y casas....


 Con las gominolas, of course. 




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